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Elsa del Valle

Doctorante PROEIB Andes.

Mucho se alegra mi corazón porque esta tarde comparto con ustedes, aquí en esta bonita ciudad de Cochabamba, Bolivia. Quiero comenzar mi presentación con una frase que está escrita en uno de los poemas del maestro Miguel León Portilla: “Cuando muere una lengua las cosas humanas, pensar y sentir, no se reflejan ya en ese espejo” y es que como sabemos la lengua refleja lo que somos, como miramos y entendemos el universo, en ella están contenidas la palabra amor, entonación de dolor, viejos cantos y plegarias, las estrellas, el sol y la luna, los animales y las plantas, los ríos, los mares y los volcanes.

Así mismo el doctor Luis Enrique López nos enseña y recuerda que: “la lengua contiene y transmite conocimientos y que por lo tanto es la biblioteca cultural de los pueblos, por ello nuestras lenguas no pueden morir”. Ser estudiante del PROEIB Andes me hizo incursionar en una labor que para mí resulta maravillosa, que es la etnografía y a partir de ella pude realizar una investigación de corte cualitativo que finalmente lleva por título: “Con el Náhuatl revivo y me animo” y no es más que un estudio sociolingüístico de la lengua Náhuatl en una de las comunidades Náhuatl de la ciudad de México, que refleja además del uso cotidiano de la lengua el estado alarmante de esta y así mismo nos recuerda que hay que revitalizar a la sociedad que la habla, no en sí a la lengua.

Como ustedes saben México es un país diverso, donde podemos escuchar 68 lenguas originarias, 68 rostros y corazones, sobre el Náhuatl existen 30 variantes distribuidas en 16 entidades federativas o departamentos y el Atlas de las lenguas del mundo en peligro de la UNESCO (2018) abordó un panorama general de la situación sociolingüística donde para la lengua Náhuatl establece lo siguiente: Para del Istmo, Huasteca y Central la lengua está en situación “vulnerable”; de Tabasco “crítica”, de la sierra de Puebla en “peligro” y de occidente “seriamente en peligro”. De los 119.530.753 habitantes de México, solo 1.725.620 es hablante de la lengua Náhuatl, quiere decir que en México solo un 1,4% es hablante de esta lengua minoritaria y minorizada como ya sabemos.

A continuación, podemos ver el mapa de la ciudad de México dividido en delegaciones y como se puede apreciar existe una delegación que se llama Milpa Alta que es un reducto de habla actual Náhuatl en Ciudad de México, y es un pueblo originario que no procede de migraciones sino es antiquísimo (antes de la conquista española) y en el círculo azul la localidad de Santa Ana Tlacotenco donde realicé la investigación:

En Santa Ana Tlacotenco en el lugar de las “jarillas” encontramos una comunidad de habla. Este tipo de estudios específicos nos permite abocarnos a los indicadores no oficiales de los autores, sino más bien a la realidad del pueblo, que en este caso son en gran medida abuelos de 75, 80 y 90 años, su situación de salud es delicada, algunos por su avanzada edad ya no recuerdan algunas palabras en Náhuatl, otros si las recuerdan pero no hay un uso cotidiano de la lengua y como tal esta se está perdiendo.

Hay algunas aseveraciones que estos abuelos dicen sobre su lengua, abuelos entrevistados de edades sobre los 75 años. Una de las abuelas dijo que: “la lengua Náhuatl la hablan los abuelos que ya viven en las tumbas”. Esta aseveración para mí es muy significativa, teniendo un sentido metafórico, porque si nosotros nos ponemos a analizar ellos reconocen que su generación de 75 años es portadora de la lengua Náhuatl, pero quienes la hablaban en la vida cotidiana eran los hablantes de 90 años los cuales están muertos.

Ante la anterior situación el gobierno de la ciudad de México, el gobierno nacional y los apoyos internacionales no están presentes en esta comunidad.

Ahora bien, de acuerdo a los problemas generales que hay, resulta que la lengua en este contexto citadino ya no se considera como elemento de identidad para la sociedad más joven y entonces los jóvenes quieren recibir una herencia de sus padres que sea económica y como ustedes saben la lengua indígena en este contexto no es valorada como tal.

Así la lengua allá solo tiene un uso individual y perdió su uso social. A partir de este proyecto de etnografía tuve la necesidad no solo de ser una investigadora observadora, sino una investigadora participativa. Entonces, logramos realizar un proyecto emergente con observación participante e inspirada en la ecología de lenguas pudimos recrear “la molécula de la lengua Náhuatl”. Es decir, podríamos revitalizar la lengua Náhuatl usando la metáfora de la composición química del agua (H20), donde nosotros al volverle a hablar a los abuelos seriamos oxígeno, pues ellos ya no tienen con quien hablar en este contexto.

La lengua para este contexto es vista como una flor, por tanto es necesario que las abuelas y abuelos tengan sus interlocutores, pero como las generaciones más jóvenes ya no hablan la lengua, surge una nueva categoría desde los hijos, quienes no somos herederos de la lengua Náhuatl, pero si lo somos por convicción e identidad y porque amamos la lengua.

Otro aspecto interesante es que los resultados develaron el proceso histórico de la lengua Náhuatl y cómo fue su desplazamiento: Del año 1928 a 1940, esta comunidad dejó de ser bilingüe y vino la fractura más brutal, pues la institución de la escuela llega en 1940 con el objetivo de castellanizar y ahora lo que estamos haciendo en volver a poner devuelta la lengua como segunda lengua.

El proyecto nos está dando la oportunidad de recurrir a un remedio para para la revitalización. En este caso en el proceso de documentación lingüística hemos recurrido a un elemento cultural significativo para la comunidad, la fogata que cohesiona el tejido familiar y social de los abuelos Náhuatl hablantes.

Muchísimas gracias.